Resumen
El presente ensayo analiza la evolución histórica de los movimientos juveniles en México desde 1968 hasta la actualidad, con énfasis en la Generación Z. A partir de un enfoque socio histórico, se examinan los contextos políticos, económicos y culturales de cada periodo, así como las formas de participación juvenil. Se sostiene que las juventudes han sido actores fundamentales en la democratización del país y que, pese a los cambios tecnológicos y sociales, persiste una tensión estructural entre las demandas juveniles y las respuestas gubernamentales. El estudio se basa en bibliografía académica, documentos históricos y perspectiva interdisciplinaria.
Introducción
Los movimientos juveniles en México representan uno de los motores más significativos de transformación política y social. Desde la masiva movilización estudiantil de 1968 hasta las formas híbridas de protesta impulsadas por la Generación Z, la participación juvenil ha expresado tanto la crítica a los poderes establecidos como la búsqueda de nuevas formas de ciudadanía. Como señalan González y Lomnitz (2002), las juventudes constituyen un “termómetro político y social”, capaz de anticipar crisis, rupturas y cambios profundos.
Este ensayo realiza un recorrido histórico-analítico de los movimientos juveniles en México, examinando cómo las condiciones estructurales, los contextos políticos y las posibilidades tecnológicas han modificado tanto las formas de protesta como las respuestas del Estado.
1. 1968: El parteaguas generacional
El movimiento estudiantil de 1968 es considerado el punto de partida del activismo juvenil moderno en México. Bajo un régimen autoritario caracterizado por el presidencialismo hegemónico del PRI (Aguilar Camín & Meyer, 2010), los estudiantes universitarios demandaron libertades democráticas, cese de la represión policial y apertura política.
La respuesta del gobierno, culminada con la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, evidenció la naturaleza represiva del sistema y generó una ruptura simbólica en la legitimidad del Estado. Poniatowska (1971) y Zolov (2015) coinciden en que el 68 creó una conciencia política juvenil que perdura en la memoria colectiva y reconfiguró la relación entre ciudadanía y poder.
2. Décadas de 1970 y 1980: Contracultura, represión selectiva y reformas
Tras 1968, la movilización juvenil continuó con expresiones diversas: la marcha del 10 de junio de 1971, el fenómeno contracultural de La Onda, el festival de Avándaro y la participación de jóvenes en grupos armados urbanos y rurales. El Estado respondió con una combinación de “apertura controlada” y represión sistemática, incluyendo vigilancia, cooptación y ataques selectivos (Treviño-Rangel, 2021).
La reforma política de 1977 ofreció canales institucionales para la participación, aunque también buscó integrar y neutralizar la movilización juvenil emergente (Garrido, 1982). En este periodo, las juventudes se desplazaron entre la protesta cultural, la militancia y la resistencia frente a prácticas autoritarias.
3. 1985–1995: Ciudadanía emergente y crisis del Estado
El terremoto de 1985 marcó un punto de inflexión. La sociedad civil —con protagonismo juvenil— evidenció su capacidad organizativa frente a un Estado ineficaz. Según Krauze (2013), este periodo abrió paso a una ciudadanía activa que cuestionó la centralidad del Estado.
La década de 1990 profundizó las tensiones: el aumento de la matrícula universitaria, los efectos de la globalización y el levantamiento zapatista en 1994 generaron nuevas formas de movilización juvenil. Los jóvenes encontraron en el EZLN un referente simbólico de resistencia contra el neoliberalismo y la exclusión (Holloway, 1998).
4. 2000–2012: Democracia incompleta y el surgimiento del activismo digital
La alternancia política de 2000 creó expectativas democratizadoras entre las juventudes. Sin embargo, los gobiernos de Fox y Calderón no consolidaron las reformas esperadas. Paralelamente, la creciente violencia derivada de la “guerra contra el narcotráfico” convirtió a los jóvenes en víctimas y en actores políticos que denunciaron la militarización (Escalante, 2011).
El avance de internet transformó las dinámicas de movilización. Plataformas como foros, blogs y redes sociales permitieron nuevas formas de organización y expresiones culturales juveniles.
5. 2012: #YoSoy132 y la politización de la era digital
El movimiento #YoSoy132 representó un punto de inflexión en el activismo juvenil contemporáneo. Surgido como respuesta a la percepción de manipulación mediática durante la campaña presidencial de 2012, el movimiento combinó protesta presencial con estrategias digitales, horizontalidad y un fuerte discurso democratizador (Reguillo, 2013).
Su impacto radica en visibilizar el poder político de las redes sociales, cuestionar el monopolio mediático y marcar el inicio del activismo digital masivo en Méxic
6. 2014–2018: Ayotzinapa y la indignación generacional
La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa generó una movilización nacional e internacional marcada por la participación de jóvenes universitarios, colectivos y organizaciones sociales. La respuesta gubernamental —plagada de irregularidades, violencia y la llamada “verdad histórica”— profundizó la desconfianza institucional (CIDH, 2015).
Este periodo consolidó un ciclo de protesta donde las juventudes articularon demandas de memoria, verdad y justicia.
7. Generación Z (2018–2025): Activismo híbrido y nuevos repertorios de acción
La Generación Z constituye la primera generación completamente digitalizada. Sus demandas se centran en derechos de género, diversidad sexual, salud mental, crisis climática y violencia estructural. Las formas de protesta combinan espacios físicos y digitales: paros feministas, marchas, campañas virales, intervenciones estéticas, retos digitales y uso intensivo de memes como herramientas políticas (Reguillo, 2020).
Esta juventud muestra un profundo escepticismo hacia los partidos políticos y hacia las instituciones gubernamentales. Al mismo tiempo, su creatividad comunicacional y capacidad de viralización redefine el activismo contemporáneo.
Conclusiones
Desde 1968 hasta la actualidad, las juventudes mexicanas han sido protagonistas de los momentos más relevantes de cuestionamiento y transformación del Estado. Aunque los repertorios de acción han cambiado —de marchas y asambleas estudiantiles a protestas digitales y movimientos horizontales—, persiste una constante: la juventud se moviliza cuando las estructuras políticas no responden a sus necesidades, y el Estado reacciona con una mezcla de apertura, contención y control.
En la era de la Generación Z, los movimientos juveniles combinan tecnología, creatividad y conciencia global, evidenciando que la protesta se transforma pero no desaparece. El análisis histórico demuestra que comprender a las juventudes es comprender también la evolución de la democracia mexicana.
Referencias
Aguilar Camín, H., & Meyer, L. (2010). La historia moderna de México. Cal y Arena.
CIDH. (2015). Informe sobre la situación de los derechos humanos en México. Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Escalante, F. (2011). El crimen como realidad y representación. El Colegio de México.
Garrido, L. (1982). El partido y el sistema político mexicano. Siglo XXI.
González, P., & Lomnitz, C. (2002). Ensayos sobre la juventud en México. UNAM.
Holloway, J. (1998). Zapatista! Reinventing Revolution in Mexico. Pluto Press.
Krauze, E. (2013). México: biografía del poder. Fondo de Cultura Económica.
Poniatowska, E. (1971). La noche de Tlatelolco. Era.
Reguillo, R. (2013). Culturas juveniles: Formas políticas del desencanto. Siglo XXI.
Reguillo, R. (2020). Los jóvenes en la era digital. Gedisa.
Treviño-Rangel, J. (2021). El autoritarismo mexicano contemporáneo. UNAM.
Zolov, E. (2015). Refried Elvis: The Rise of the Mexican Counterculture. University of California Press.
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